Con Carrió, hacia una República de Iguales

miércoles, 24 de octubre de 2007

El 28 de octubre votamos a Carrió

Por la presidencia, hacia una república de iguales:

Concientes de que es la transformación social la principal motivación de la militancia; negar la trascendencia de la disputa político electoral es un lujo reservado sólo a paises que ya hace tiempo no emancipan y que sólo timonean con piloto automático el provecho de la inclusión relativamente lograda en sus sociedades.
Es cuando la política ha devenido en la mera administración de las cosas, espejo encantado en el que gusta mirarse cotidianamente cierta derecha vernácula. Pero no es ésta la situación de nuestro país, aún menos de la América Latina toda.
Frente a una coyuntura caracterizada por el creciente escepticismo para con una democracia cuyas promesas parecen seguir en su mayoría irresueltas a 24 años de su recuperación; la participación en la esfera de lo político deviene una actitud estratégica, y a la sazón insustituible, en el camino de la urgente reconstrucción que ya ha comenzado.
Desde luego, sólo un masivo involucramiento de las subjetividades colectivas e individuales en una propuesta auténticamente alternativa como la que representa Elisa Carrió puede ofrecernos el impulso para que la misma se cristalice. Hablamos de esa terrible capacidad humana de hacer, de intervenir, de constituirse, que Hannah Arendt sabiamente plasmó en toda su vida intelectual.
A simple vista, vemos que la sociedad argentina ha retrocedido en muchas de sus reivindicaciones sociales. Y con esa misma lupa puesta sobre cada una de nuestras cabezas, lo que vemos es también escepticismo y repliegue hacia la individualidad defensiva.
Podríamos afirmar que una forma de gobernar que hace décadas maniató al Estado para entregarlo a las mafias crea una imagen, desde luego ficticia, de que todos los intentos de abandonar el statu-quo post dictadura emerjan sólo como un decálogo de buenas intenciones.
Como decía Max Weber, un liderazgo carente de autoridad se vuelve mera dominación y fuerza bruta; Gramsci le agregó, algunos años más tarde, que esa carencia hace la diferencia entre la clase que domina y la clase que dirige.
Una gobernabilidad que sigue apelando a la emergencia original para representarse a sí misma prescindiendo de las dimensiones del espacio y el tiempo -base del pensamiento Schmittiano-, no puede tener en su agenda la urgente devolución de los poderes espuriamente sustraidos, sino al contrario, seguir detentándolos.
Dicho de otra manera, la continuidad expresada en esa mezcla de neodecisionismo y posmodernidad en medio de un jardín de pobres que es Cristina Fernández está imposibilitada de garantizar república, porque sería como fagocitarse a sí misma.
Pero no está, por supuesto, inhabilitada para alimentar la matriz de negocios de la cual emprendedores y funcionarios obtienen el néctar negro de la corrupción que los tranforma en nuevos ricos de la noche a la mañana.
La dimensión geopolítica de esa opulenta fábrica de poder tiene su epicentro en el conurbano bonaerense, y es allí donde, a partir de la preservación del clientelismo como herramienta de profundo disciplinamiento político, ese poder muestra su verdadero rostro, su verdadera estética.
Sin embargo, estadísticas que aún deformadas arrojan cifras de población en situación de pobreza cercanas al 30%, mientras muchos de los otrora desocupados engrosan hoy las filas del 40% de trabajadores en negro, no pueden taparse con el dedo pulgar.
Con la gobernabilidad no alcanza, nosotros queremos “governanza”, que es estabilidad más inclusión con autonomía social: en otras palabras, una alternativa capaz de restaurar esas “marcas” de ciudadanía, como dice Margarita Stolbizer, negadas a millones de argentinos hoy al márgen de lo que Robert Castel llamó “sociedad salarial”.
El primer paso es el ingreso universal para la niñez y los adultos mayores, una verdadera polea de bienestar por el que hace años venimos bregando junto a Elisa Carrió.
Indudablemente, ésto solo es posible si nos comprometemos, todos, a refundar una nueva manera de ejercer la política, repetando a las instituciones republicanas y el pleno ejercicio de sus tres poderes.
La política tradicional con sus viejos actores, partidos y sindicatos, pretenden seguir abonando esa gobernabilidad que de tanta madurez ha devenido hace tiempo putrefacta: es la típica estabilidad basada en el poder económico y en las garantías de no afección de los negocios privados.
El nuevo camino, en cambio, parte de la construcción de sujetos y densidades sociales críticas inteligentemente articuladas con una estatalidad al servicio de las amplias mayorías. Proyectos de participación comunitaria como el Presupuesto Participativo por ejemplo, que sean capaces de asumir formas públicas de gestión no estatal, apostando a la descentralización de funciones pero también de poderes.
De nuestra capacidad de enfrentar éstos urgentes desafios, ya sin duda civilizatorios, depende el futuro que podremos ser capaces de legarles a nuestros hijos. Somos concientes de que es ésta una construcción colectiva, una praxis transformadora de los individuos y de la sociedad toda, ya que no hay atajos ni salvoconductos para un verdadero proyecto emancipatorio. Sólo liderazgos sustentados en conductas y de intachables trayectorias como el de Elisa Carrió, pueden sostener una tarea política de semejantes dimensiones.


Johnny Braguinsky - Gonzalo Hernández - Marcos Iglesias Larraza